Eduardo Goligorsky nació en Buenos Aires el 30 de marzo de 1931. Es traductor de inglés y ha incursionado en el periodismo. En 1962 publicó, con el seudónimo James Alistair, Lloro a mis muertos, novela policial (Compañía General Fabril Editora), novela ésta que fue seguida por una larga serie de obras del mismo género, "a la manera de Spillane", protegidas por seudónimos que el autor oculta.
En 1962 incursionó por primera vez en el género fantástico con Pesadillas, serie de cuentos que volvió a firmar como James Alistair. En 1963 obtuvo una mención en el II concurso de cuentos de la revista El Escarabajo de Oro con "Un tipo de fierro", y en 1965 su cuento "Uno menos" integró la lista de trabajos seleccionados en el concurso de la revista Hoy en la Cultura, que fueron publicados por la editorial del mismo nombre en la antología XII cuentistas argentinos.
En ese mismo año publicó una serie de artículos en los que reivindicaba la ciencia ficción y la literatura fantástica como formas idóneas —aunque por cierto no exclusivas— para expresar los ideales de un nuevo humanismo y para romper las ataduras de la imaginación creadora.
viernes, 29 de agosto de 2008
Ricardo Piglia - autor de "La loca y el relato del crimen"
Ricardo Piglia nació en Adrogué, provincia de Buenos Aires en 1941. Más tarde, en 1955 y debido a "una historia política, una cosa de rencores y odios barriales", su familia se mudó a Mar del Plata, en donde Piglia descubriría a Steve Ratliff ("un yanqui extraño"), el mar y el mundo literario. En 1967 apareció su primer libro de relatos, La invasión, premiado por Casa de las Américas. En 1975 publicó Nombre falso, un libro de relatos que ha sido traducido al francés y al portugués. En 1980 apareció Respiración artificial, de gran repercusión en el ambiente literario y considerada como una de las novelas más representativas de la nueva literatura argentina. Su siguiente novela Ciudad ausente, demoró doce años en aparecer. Basado en esta novela, Piglia elaboró en 1995 el texto de una ópera con música de Gerardo Gandini.
Piglia recibió, en noviembre de 1997, el Premio Planeta por su novela Plata quemada. El premio está dotado de 40.000 dólares y fue otorgado a la novela de Piglia por unánime desición del jurado integrado los escritores Augusto Roa Bastos, Mario Benedetti, Tomás Eloy Martínez y María Esther de Miguel.
Junto a su obra de ficción, Piglia ha desarrollado una tarea de crítico y ensayista, publicando textos sobre Arlt, Borges, Macedonio Fernández, Sarmiento y otros escritores argentinos.
Trabaja actualmente en su cuarta novela, Blanco nocturno, que publicará Seix-Barral. Vive en Buenos Aires, en el barrio de Palermo.
Ricardo Piglia - autor de "La loca y el relato del crimen"
Ricardo Piglia nació en Adrogué, provincia de Buenos Aires en 1941. Más tarde, en 1955 y debido a "una historia política, una cosa de rencores y odios barriales", su familia se mudó a Mar del Plata, en donde Piglia descubriría a Steve Ratliff ("un yanqui extraño"), el mar y el mundo literario. En 1967 apareció su primer libro de relatos, La invasión, premiado por Casa de las Américas. En 1975 publicó Nombre falso, un libro de relatos que ha sido traducido al francés y al portugués. En 1980 apareció Respiración artificial, de gran repercusión en el ambiente literario y considerada como una de las novelas más representativas de la nueva literatura argentina. Su siguiente novela Ciudad ausente, demoró doce años en aparecer. Basado en esta novela, Piglia elaboró en 1995 el texto de una ópera con música de Gerardo Gandini.
Piglia recibió, en noviembre de 1997, el Premio Planeta por su novela Plata quemada. El premio está dotado de 40.000 dólares y fue otorgado a la novela de Piglia por unánime desición del jurado integrado los escritores Augusto Roa Bastos, Mario Benedetti, Tomás Eloy Martínez y María Esther de Miguel.
Junto a su obra de ficción, Piglia ha desarrollado una tarea de crítico y ensayista, publicando textos sobre Arlt, Borges, Macedonio Fernández, Sarmiento y otros escritores argentinos.
Trabaja actualmente en su cuarta novela, Blanco nocturno, que publicará Seix-Barral. Vive en Buenos Aires, en el barrio de Palermo.
miércoles, 27 de agosto de 2008
El chancho que le tenia miedo a los contrabajos
Bueno, este cuento lo escribio Pablo Makovsky, mi padrino (:
bueno acá va uno ...
El chancho que le tení miedo a los contrabajos
Habí una vez un chancho que le tenia miedo a los contrabajos. Pero este chancho tenia un pequeño problema al hablar: no podua prnunciar guntas la te y la erre y, por ejemplo, en vez de decir "trompo", decia "crompo" asi que todos los animals d ela grnaja se acercaban siempre a hacerle preguntas para que el chancho hablara con su pequeño problema y si se diviertían:
-Chancho, Chancho -Le decia la gallina bataraza- ¿como te subis al arbol?
-Me crepo-Contestaba el Chancho
-Chancho, Chancho-Le decía el perro-¿quién te da de comer?
-El pacron-Responde el Chancho
-Chancho, Chancho-le pregunta la gansa-¿en que te gustaria viajar?
-En cractor-Contestaba el chancho
-Chancho, Chancho-Le preguntaba el burro-¿en qué parte del chiquero dormís?
-Adencro-Contesta el Chancho
En la granja habíia un pato que era frances y hablaba ta raros como el chancho, pero en frances. El pato un dia le dijo al chancho:
-Bonyuu, mesiè le chancho-que en frances quiere decir:"buenos dias, señor chancho"-¿a que le tiene miedo?
Y el chancho dijo:
-A los concrabajos.
-Oh la la, mondie-dijo el pato, que en frances significa:"caramba. por dios"
Y el pato le conto a todos los animales de la grnja que le chancho le tenia miedo a los contrabajos.
-¿Y que es un contrabajo?- le pregunto el burro al pato.
-Oh, un contrabajo, moncheri, es un instrumento musical-dijo el pato
-Chancho, Chancho-le dijo el perro al chancho-¿porque le tenes miedo a los contrabajos?
-Porque tengo miedo de que me acrepan- respondio
-¿Y porque te va a atrear un contrabajo?-le pregunto la gansa
-Nose, ¿vos sos amiga de algun concrabajo?-le dijo le chancho
-No-respondio la gansa
-Ves- Le dijo el chancho-Los concrabaos no tienen amigos
-Pero, mocheri-le dijo el pato-¿alguna vez viste un contrabajo?
-No-Dijo el chancho-Y eso que me da miedo, porque si lo veo,¿como me voy a dar cuenta de que es un concrabajos?
-Ya se-Dijo el burro-Podes preguntarle si es un contrabajo
-Cierto-dijo el ganso-Mas vale no cruzarce con un contrabajo una noche oscura
-¿Poj que una noche oscuja?-Preguntó el pato
-Porque las noches oscuras me dan mido-Dijo el ganso
Entonces todos le preguntaron al ganso porque le temía a las noches oscuras.Pero eso es otra historia.
Besos... Chule (:
bueno acá va uno ...
El chancho que le tení miedo a los contrabajos
Habí una vez un chancho que le tenia miedo a los contrabajos. Pero este chancho tenia un pequeño problema al hablar: no podua prnunciar guntas la te y la erre y, por ejemplo, en vez de decir "trompo", decia "crompo" asi que todos los animals d ela grnaja se acercaban siempre a hacerle preguntas para que el chancho hablara con su pequeño problema y si se diviertían:
-Chancho, Chancho -Le decia la gallina bataraza- ¿como te subis al arbol?
-Me crepo-Contestaba el Chancho
-Chancho, Chancho-Le decía el perro-¿quién te da de comer?
-El pacron-Responde el Chancho
-Chancho, Chancho-le pregunta la gansa-¿en que te gustaria viajar?
-En cractor-Contestaba el chancho
-Chancho, Chancho-Le preguntaba el burro-¿en qué parte del chiquero dormís?
-Adencro-Contesta el Chancho
En la granja habíia un pato que era frances y hablaba ta raros como el chancho, pero en frances. El pato un dia le dijo al chancho:
-Bonyuu, mesiè le chancho-que en frances quiere decir:"buenos dias, señor chancho"-¿a que le tiene miedo?
Y el chancho dijo:
-A los concrabajos.
-Oh la la, mondie-dijo el pato, que en frances significa:"caramba. por dios"
Y el pato le conto a todos los animales de la grnja que le chancho le tenia miedo a los contrabajos.
-¿Y que es un contrabajo?- le pregunto el burro al pato.
-Oh, un contrabajo, moncheri, es un instrumento musical-dijo el pato
-Chancho, Chancho-le dijo el perro al chancho-¿porque le tenes miedo a los contrabajos?
-Porque tengo miedo de que me acrepan- respondio
-¿Y porque te va a atrear un contrabajo?-le pregunto la gansa
-Nose, ¿vos sos amiga de algun concrabajo?-le dijo le chancho
-No-respondio la gansa
-Ves- Le dijo el chancho-Los concrabaos no tienen amigos
-Pero, mocheri-le dijo el pato-¿alguna vez viste un contrabajo?
-No-Dijo el chancho-Y eso que me da miedo, porque si lo veo,¿como me voy a dar cuenta de que es un concrabajos?
-Ya se-Dijo el burro-Podes preguntarle si es un contrabajo
-Cierto-dijo el ganso-Mas vale no cruzarce con un contrabajo una noche oscura
-¿Poj que una noche oscuja?-Preguntó el pato
-Porque las noches oscuras me dan mido-Dijo el ganso
Entonces todos le preguntaron al ganso porque le temía a las noches oscuras.Pero eso es otra historia.
Besos... Chule (:
Rosaura a las 10...
Le pregunte a mi abuela sobre Rosaura a las 10, a que edad lo había leído y si le había gustado..
Me dijo que no lo leyó para la escuela,,,, lo leyó alrededor de los 20 años y dijo que le gusto mucho!!!!
Tarde pero seguro…
SUERTE!
Me dijo que no lo leyó para la escuela,,,, lo leyó alrededor de los 20 años y dijo que le gusto mucho!!!!
Tarde pero seguro…
SUERTE!
martes, 26 de agosto de 2008
Que es un Haiku?
De origen japones el haiku es un breve poema de 17 sílabas que se organizan en tres versos: el primero de 5 sílabas, el segundo de 7 y el tercero de 5 (5-7-5).
Orden Jerárquico
''Este cuento participa de la serie policial negro. Pocos son los cuentos que han seguido esta tendencia en la literatura argentina. En cambio, mejor suerte ha corrido la novela. Desde el título el autor nos remite a la idea una organización con escalafón. Organización criminal, que funciona como una suerte de red piramidal donde cada miembro ocupa una posición y una responsabilidad.
El tratamiento del tema policial rompe con el clásico relato de enigma. Ya no es el asesino particular sino un asesino a sueldo, un profesional. Esta particularidad es una de las característica con que se identifica al policial negro.
Abáscal, protagonista de este cuento, es una pieza más de ese engranaje. Se siente orgullo de su trabajo y de su desempeño.
No persigue un móvil personal, no elige a la víctima sino que le es asignado. Cumple con un pedido , ejecuta una orden que le viene impuesta desde arriba. No la discute ni la cuestiona. No pone obstáculos. A veces ni siquiera conoce a su víctima, aunque él no se plantea en términos de víctima sino de simple objetivo a alcanzar.''
El tratamiento del tema policial rompe con el clásico relato de enigma. Ya no es el asesino particular sino un asesino a sueldo, un profesional. Esta particularidad es una de las característica con que se identifica al policial negro.
Abáscal, protagonista de este cuento, es una pieza más de ese engranaje. Se siente orgullo de su trabajo y de su desempeño.
No persigue un móvil personal, no elige a la víctima sino que le es asignado. Cumple con un pedido , ejecuta una orden que le viene impuesta desde arriba. No la discute ni la cuestiona. No pone obstáculos. A veces ni siquiera conoce a su víctima, aunque él no se plantea en términos de víctima sino de simple objetivo a alcanzar.''
haikus
alfonso muñoz
REGRESO.
EN EL JARDIN HAY FLORES
QUE NO CONOZCO.
ACOSTADOS,
EL MIRA A LA DERECHA
Y ELLA A LA IZQUIERDA.
COLORES.
PASA LA NUBE.
OTROS COLORES
alicia arias
SOPLA EL VIENTO.
UN PERRO QUE LADRA
TAMBIEN LO ESCUCHA.
REGRESO.
EN EL JARDIN HAY FLORES
QUE NO CONOZCO.
ACOSTADOS,
EL MIRA A LA DERECHA
Y ELLA A LA IZQUIERDA.
COLORES.
PASA LA NUBE.
OTROS COLORES
alicia arias
SOPLA EL VIENTO.
UN PERRO QUE LADRA
TAMBIEN LO ESCUCHA.
HAIKUS.
El haiku (俳句, haiku?), derivado del haikai, es una de las formas de poesía tradicional japonesa más extendidas.
Orígenes [editar]
Cuando la escritura china llegó a Japón, aproximadamente en el siglo VIII de nuestra era, en pleno esplendor Tang, ya tenía más de 20 siglos de historia. En ese momento Japón salió de la prehistoria y comenzó la producción de su rica literatura. La poesía china clásica tuvo una gran influencia en la literatura japonesa y el estilo de los poetas chinos fue muy imitado. Los orígenes directos del haikú están en el haikai. El haikai es una forma poética marcada, ya que generalmente su contenido se basa en lo cómico y lo divertido. Al pasar el tiempo, el haikai se asoció a otro estilo de composición poético llamado Renga, formándose así una derivación del Renga, el Haikai-no-Renga. El Haikai-no-Renga era una sucesión de poemas Haikai, manteniendo su estilo.
El primer poema que iniciaba esta sucesión se denominaba Hokku. Matsuo Basho, poeta muy afamado en el arte del haikai, separó el primer poema del Haikai-no-Renga (el Hokku) y por ende lo independizó del Renga, dándole al Hokku una personalización estética y expresiva. Pero Basho también llamaba Haiku al Hokku . Esto hizo que en los inicios, el Hokku fuera lo mismo que el Haiku.
Pero con el paso del tiempo, poetas como Masaoka Shiki separaron sustancialmente el haiku del Hokku, conservando este último la vis "cómica", mientras el haiku adquiría un momento espiritual
Orígenes [editar]
Cuando la escritura china llegó a Japón, aproximadamente en el siglo VIII de nuestra era, en pleno esplendor Tang, ya tenía más de 20 siglos de historia. En ese momento Japón salió de la prehistoria y comenzó la producción de su rica literatura. La poesía china clásica tuvo una gran influencia en la literatura japonesa y el estilo de los poetas chinos fue muy imitado. Los orígenes directos del haikú están en el haikai. El haikai es una forma poética marcada, ya que generalmente su contenido se basa en lo cómico y lo divertido. Al pasar el tiempo, el haikai se asoció a otro estilo de composición poético llamado Renga, formándose así una derivación del Renga, el Haikai-no-Renga. El Haikai-no-Renga era una sucesión de poemas Haikai, manteniendo su estilo.
El primer poema que iniciaba esta sucesión se denominaba Hokku. Matsuo Basho, poeta muy afamado en el arte del haikai, separó el primer poema del Haikai-no-Renga (el Hokku) y por ende lo independizó del Renga, dándole al Hokku una personalización estética y expresiva. Pero Basho también llamaba Haiku al Hokku . Esto hizo que en los inicios, el Hokku fuera lo mismo que el Haiku.
Pero con el paso del tiempo, poetas como Masaoka Shiki separaron sustancialmente el haiku del Hokku, conservando este último la vis "cómica", mientras el haiku adquiría un momento espiritual
lunes, 25 de agosto de 2008
Temas de la prueba
-Cuentos policiales. Los que leímos , pongo sus autores: Piglia, Walsh, Arlt, Ayala Gauna,Goligorski. Leer también la introducción del mismo libro sobre el género policial.
-Preguntas de relación entre ROSAURA A LAS DIEZ y LOS VECINOS MUEREN EN LAS NOVELAS. Ver repaso en la carpeta.
-Repaso de oración bimembre y unimembre. Subrayado y reconocimiento de estructuras sintácticas. Ver carpeta.
-Uso de conectores. (porque, ya que, como, dado que, debido a, entonces, por eso, por lo tanto, pero, sin embargo) Ver ejercicios en la carpeta y en LENGUA 8 p.176 y 177.
Paula Luna
-Preguntas de relación entre ROSAURA A LAS DIEZ y LOS VECINOS MUEREN EN LAS NOVELAS. Ver repaso en la carpeta.
-Repaso de oración bimembre y unimembre. Subrayado y reconocimiento de estructuras sintácticas. Ver carpeta.
-Uso de conectores. (porque, ya que, como, dado que, debido a, entonces, por eso, por lo tanto, pero, sin embargo) Ver ejercicios en la carpeta y en LENGUA 8 p.176 y 177.
Paula Luna
domingo, 24 de agosto de 2008
Prueba
Hola, Paula me podrías decir los temas que entran en la prueba y los libros que entran también...??
O decirme donde lo puedo ver?
Muchas gracias!!!
viernes, 22 de agosto de 2008
ROSAURA A LAS DIEZ
-ROSAURA A LAS DIEZ-
Rosaura a las Diez es una novela escrita por Marco Denevi. También es una película argentina dirigida por Mario Soffici que está basada en la novela de Marco Denevi.
La novela de Denevi había ganado el premio Kraft en 1955, y a Soffici le interesó trasladarla al cine desde el momento en que la leyó. Pero sus intenciones eran las de crear un texto fílmico diferente al texto literario, y de continuar con los elementos creativos que había incorporado en Barrio gris. Para esto trabajó en conjunto con Denevi para desarrollar el guión, pero éste no quedó contento con el resultado. Además de esto, Soffici debió enfrentar la posibilidad de que le impusieran a Mirtha Legrand como protagonista, cosa que no sucedió.
Este film está formado por episodios, cada uno está narrado por diferentes personajes. Llama la atención que dentro del episodio narrado por la propietaria, pase a narrar el señor Camilo (flashback de por medio).
declaración de la Señora Milagros, propietaria de la hospedería La Madrileña
declaración de David Reguel
declaración de Camilo Canegato
declaración de la señora Eufrasia
episodio de la carta
La novela de Denevi había ganado el premio Kraft en 1955, y a Soffici le interesó trasladarla al cine desde el momento en que la leyó. Pero sus intenciones eran las de crear un texto fílmico diferente al texto literario, y de continuar con los elementos creativos que había incorporado en Barrio gris. Para esto trabajó en conjunto con Denevi para desarrollar el guión, pero éste no quedó contento con el resultado. Además de esto, Soffici debió enfrentar la posibilidad de que le impusieran a Mirtha Legrand como protagonista, cosa que no sucedió.
Este film está formado por episodios, cada uno está narrado por diferentes personajes. Llama la atención que dentro del episodio narrado por la propietaria, pase a narrar el señor Camilo (flashback de por medio).
declaración de la Señora Milagros, propietaria de la hospedería La Madrileña
declaración de David Reguel
declaración de Camilo Canegato
declaración de la señora Eufrasia
episodio de la carta
Micaela Szejman.
lunes, 11 de agosto de 2008
La tortuga gigante
Había una vez un hombre que vivía en Buenos Aires, y estaba muy contento porque era un hombre sano y trabajador. Pero un día se enfermó, y los médicos le dijeron que solamente yéndose al campo podría curarse. Él no quería ir, porque tenía hermanos chicos a quienes daba de comer; y se enfermaba cada día más. Hasta que un amigo suyo, que era director del Zoológico, le dijo un día:
—Usted es amigo mío, y es un hombre bueno y trabajador. Por eso quiero que se vaya a vivir al monte, a hace mucho ejercicio al aire libre para curarse. Y como usted tiene mucha puntería con la escopeta, cace bichos del monte para traerme los cueros, y yo le daré plata adelantada para que sus hermanitos puedan comer bien.
El hombre enfermo aceptó, y se fue a vivir al monte, lejos, más lejos que Misiones todavía. Hacía allá mucho calor, y eso le hacía bien.
Vivía solo en el bosque, y él mismo se cocinaba. Comía pájaros y bichos del monte, que cazaba con la escopeta, y después comía frutos. Dormía bajo los árboles, y cuando hacía mal tiempo construía en cinco minutos una ramada con hojas de palmera, y allí pasaba sentado y fumando, muy contento en medio del bosque que bramaba con el viento y la lluvia.
Había hecho un atado con los cueros de los animales, y lo llevaba al hombro. Había también agarrado vivas muchas víboras venenosas, y las llevaba dentro de un gran mate, porque allá hay mates tan grandes como una lata de kerosene.
El hombre tenía otra vez buen color, estaba fuerte y tenía apetito. Precisamente un día que tenía mucha hambre, porque hacía dos días que no cazaba nada, vio a la orilla de una gran laguna un tigre enorme que quería comer una tortuga, y la ponía parada de canto para meter dentro una pata y sacar la carne con las uñas. Al ver al hombre el tigre lanzó un rugido espantoso y se lanzó de un salto sobre él. Pero el cazador, que tenía una gran puntería, le apuntó entre los dos ojos, y le rompió la cabeza. Después le sacó el cuero, tan grande que él solo podría servir de alfombra para un cuarto.
—Ahora —se dijo el hombre—, voy a comer tortuga, que es una carne muy rica.
Pero cuando se acercó a la tortuga, vio que estaba ya herida, y tenía la cabeza casi separada del cuello, y la cabeza colgaba casi de dos o tres hilos de carne.
A pesar del hambre que sentía, el hombre tuvo lástima de la pobre tortuga, y la llevó arrastrando con una soga hasta su ramada y le vendó la cabeza con tiras de género que sacó de su camisa, porque no tenía más que una sola camisa, y no tenía trapos. La había llevado arrastrando porque la tortuga era inmensa, tan alta como una silla, y pesaba como un hombre.
La tortuga quedó arrimada a un rincón, y allí pasó días y días sin moverse.
El hombre la curaba todos los días, y después le daba golpecitos con la mano sobre el lomo.
La tortuga sanó por fin. Pero entonces fue el hombre quien se enfermó. Tuvo fiebre, y le dolía todo el cuerpo.
Después no pudo levantarse más. La fiebre aumentaba siempre, y la garganta le quemaba de tanta sed. El hombre comprendió entonces que estaba gravemente enfermo, y habló en voz alta, aunque estaba solo, porque tenía mucha fiebre.
—Voy a morir —dijo el hombre—. Estoy solo, ya no puedo levantarme más, y no tengo quien me dé agua, siquiera. Voy a morir aquí de hambre y de sed.
Y al poco rato la fiebre subió más aún, y perdió el conocimiento.
Pero la tortuga lo había oído, y entendió lo que el cazador decía. Y ella pensó entonces:
—El hombre no me comió la otra vez, aunque tenía mucha hambre, y me curó. Yo le voy a curar a él ahora.
Fue entonces a la laguna, buscó una cáscara de tortuga chiquita, y después de limpiarla bien con arena y ceniza la llenó de agua y le dio de beber al hombre, que estaba tendido sobre su manta y se moría de sed. Se puso a buscar enseguida raíces ricas y yuyitos tiernos, que le llevó al hombre para que comiera. El hombre comía sin darse cuenta de quién le daba la comida, porque tenía delirio con la fiebre y no conocía a nadie.
Todas las mañanas, la tortuga recorría el monte buscando raíces cada vez más ricas para darle al hombre, y sentía no poder subirse a los árboles para llevarle frutas.
El cazador comió así días y días sin saber quién le daba la comida, y un día recobró el conocimiento. Miró a todos lados, y vio que estaba solo, pues allí no había más que él y la tortuga, que era un animal. Y dijo otra vez en voz alta:
—Estoy solo en el bosque, la fiebre va a volver de nuevo, y voy a morir aquí, porque solamente en Buenos Aires hay remedios para curarme. Pero nunca podré ir, y voy a morir aquí.
Pero también esta vez la tortuga lo había oído, y se dijo:
—Si queda aquí en el monte se va a morir, porque no hay remedios, y tengo que llevarlo a Buenos Aires.
Dicho esto, cortó enredaderas finas y fuertes, que son como piolas, acostó con mucho cuidado al hombre encima de su lomo, y lo sujetó bien con las enredaderas para que no se cayese. Hizo muchas pruebas para acomodar bien la escopeta, los cueros y el mate con víboras, y al fin consiguió lo que quería, sin molestar al cazador, y emprendió entonces el viaje.
La tortuga, cargada así, caminó, caminó y caminó de día y de noche. Atravesó montes, campos, cruzó a nado ríos de una legua de ancho, y atravesó pantanos en que quedaba casi enterrada, siempre con el hombre moribundo encima. Después de ocho o diez horas de caminar, se detenía, deshacía los nudos, y acostaba al hombre con mucho cuidado, en un lugar donde hubiera pasto bien seco.
Iba entonces a buscar agua y raíces tiernas, y le daba al hombre enfermo. Ella comía también, aunque estaba tan cansada que prefería dormir.
A veces tenía que caminar al sol; y como era verano, el cazador tenía tanta fiebre que deliraba y se moría de sed. Gritaba: ¡agua!, ¡agua!, a cada rato. Y cada vez la tortuga tenía que darle de beber.
Así anduvo días y días, semana tras semana. Cada vez estaban más cerca de Buenos Aires, pero también cada día la tortuga se iba debilitando, cada día tenía menos fuerza, aunque ella no se quejaba. A veces se quedaba tendida, completamente sin fuerzas, y el hombre recobraba a medias el conocimiento. Y decía, en voz alta:
—Voy a morir, estoy cada vez más enfermo, y sólo en Buenos Aires me podría curar. Pero voy a morir aquí, solo, en el monte.
Él creía que estaba siempre en la ramada, porque no se daba cuenta de nada. La tortuga se levantaba entonces, y emprendía de nuevo el camino.
Pero llegó un día, un atardecer, en que la pobre tortuga no pudo más. Había llegado al límite de sus fuerzas, y no podía más. No había comido desde hacía una semana para llegar más pronto. No tenía más fuerza para nada.
Cuando cayó del todo la noche, vio una luz lejana en el horizonte, un resplandor que iluminaba el cielo, y no supo qué era. Se sentía cada vez más débil, y cerró entonces los ojos para morir junto con el cazador, pensando con tristeza que no había podido salvar al hombre que había sido bueno con ella.
Y sin embargo, estaba ya en Buenos Aires, y ella no lo sabía. Aquella luz que veía en el cielo era el resplandor de la ciudad, e iba a morir cuando estaba ya al fin de su heroico viaje.
Pero un ratón de la ciudad —posiblemente el ratoncito Pérez— encontró a los dos viajeros moribundos.
—¡Qué tortuga! —dijo el ratón—. Nunca he visto una tortuga tan grande. ¿Y eso que llevas en el lomo, qué es? ¿Es leña?
—No —le respondió con tristeza la tortuga—. Es un hombre.
—¿Y adónde vas con ese hombre? —añadió el curioso ratón.
—Voy... voy... Quería ir a Buenos Aires —respondió la pobre tortuga en una voz tan baja que apenas se oía—. Pero vamos a morir aquí, porque nunca llegaré...
—¡Ah, zonza, zonza! —dijo riendo el ratoncito—. ¡Nunca vi una tortuga más zonza! ¡Si ya has llegado a Buenos Aires! Esa luz que ves allá, es Buenos Aires.
Al oír esto, la tortuga se sintió con una fuerza inmensa, porque aún tenía tiempo de salvar al cazador, y emprendió la marcha.
Y cuando era de madrugada todavía, el director del Jardín Zoológico vio llegar a una tortuga embarrada y sumamente flaca, que traía acostado en su lomo y atado con enredaderas, para que no se cayera, a un hombre que se estaba muriendo. El director reconoció a su amigo, y él mismo fue corriendo a buscar remedios, con los que el cazador se curó enseguida.
Cuando el cazador supo cómo lo había salvado la tortuga, cómo había hecho un viaje de trescientas leguas para que tomara remedios, no quiso separarse más de ella. Y como él no podía tenerla en su casa, que era muy chica, el director del Zoológico se comprometió a tenerla en el Jardín, y a cuidarla como si fuera su propia hija.
Y así pasó. La tortuga, feliz y contenta con el cariño que le tienen, pasea por todo el jardín, y es la misma gran tortuga que vemos todos los días comiendo el pastito alrededor de las jaulas de los monos.
Había una vez un hombre que vivía en Buenos Aires, y estaba muy contento porque era un hombre sano y trabajador. Pero un día se enfermó, y los médicos le dijeron que solamente yéndose al campo podría curarse. Él no quería ir, porque tenía hermanos chicos a quienes daba de comer; y se enfermaba cada día más. Hasta que un amigo suyo, que era director del Zoológico, le dijo un día:
—Usted es amigo mío, y es un hombre bueno y trabajador. Por eso quiero que se vaya a vivir al monte, a hace mucho ejercicio al aire libre para curarse. Y como usted tiene mucha puntería con la escopeta, cace bichos del monte para traerme los cueros, y yo le daré plata adelantada para que sus hermanitos puedan comer bien.
El hombre enfermo aceptó, y se fue a vivir al monte, lejos, más lejos que Misiones todavía. Hacía allá mucho calor, y eso le hacía bien.
Vivía solo en el bosque, y él mismo se cocinaba. Comía pájaros y bichos del monte, que cazaba con la escopeta, y después comía frutos. Dormía bajo los árboles, y cuando hacía mal tiempo construía en cinco minutos una ramada con hojas de palmera, y allí pasaba sentado y fumando, muy contento en medio del bosque que bramaba con el viento y la lluvia.
Había hecho un atado con los cueros de los animales, y lo llevaba al hombro. Había también agarrado vivas muchas víboras venenosas, y las llevaba dentro de un gran mate, porque allá hay mates tan grandes como una lata de kerosene.
El hombre tenía otra vez buen color, estaba fuerte y tenía apetito. Precisamente un día que tenía mucha hambre, porque hacía dos días que no cazaba nada, vio a la orilla de una gran laguna un tigre enorme que quería comer una tortuga, y la ponía parada de canto para meter dentro una pata y sacar la carne con las uñas. Al ver al hombre el tigre lanzó un rugido espantoso y se lanzó de un salto sobre él. Pero el cazador, que tenía una gran puntería, le apuntó entre los dos ojos, y le rompió la cabeza. Después le sacó el cuero, tan grande que él solo podría servir de alfombra para un cuarto.
—Ahora —se dijo el hombre—, voy a comer tortuga, que es una carne muy rica.
Pero cuando se acercó a la tortuga, vio que estaba ya herida, y tenía la cabeza casi separada del cuello, y la cabeza colgaba casi de dos o tres hilos de carne.
A pesar del hambre que sentía, el hombre tuvo lástima de la pobre tortuga, y la llevó arrastrando con una soga hasta su ramada y le vendó la cabeza con tiras de género que sacó de su camisa, porque no tenía más que una sola camisa, y no tenía trapos. La había llevado arrastrando porque la tortuga era inmensa, tan alta como una silla, y pesaba como un hombre.
La tortuga quedó arrimada a un rincón, y allí pasó días y días sin moverse.
El hombre la curaba todos los días, y después le daba golpecitos con la mano sobre el lomo.
La tortuga sanó por fin. Pero entonces fue el hombre quien se enfermó. Tuvo fiebre, y le dolía todo el cuerpo.
Después no pudo levantarse más. La fiebre aumentaba siempre, y la garganta le quemaba de tanta sed. El hombre comprendió entonces que estaba gravemente enfermo, y habló en voz alta, aunque estaba solo, porque tenía mucha fiebre.
—Voy a morir —dijo el hombre—. Estoy solo, ya no puedo levantarme más, y no tengo quien me dé agua, siquiera. Voy a morir aquí de hambre y de sed.
Y al poco rato la fiebre subió más aún, y perdió el conocimiento.
Pero la tortuga lo había oído, y entendió lo que el cazador decía. Y ella pensó entonces:
—El hombre no me comió la otra vez, aunque tenía mucha hambre, y me curó. Yo le voy a curar a él ahora.
Fue entonces a la laguna, buscó una cáscara de tortuga chiquita, y después de limpiarla bien con arena y ceniza la llenó de agua y le dio de beber al hombre, que estaba tendido sobre su manta y se moría de sed. Se puso a buscar enseguida raíces ricas y yuyitos tiernos, que le llevó al hombre para que comiera. El hombre comía sin darse cuenta de quién le daba la comida, porque tenía delirio con la fiebre y no conocía a nadie.
Todas las mañanas, la tortuga recorría el monte buscando raíces cada vez más ricas para darle al hombre, y sentía no poder subirse a los árboles para llevarle frutas.
El cazador comió así días y días sin saber quién le daba la comida, y un día recobró el conocimiento. Miró a todos lados, y vio que estaba solo, pues allí no había más que él y la tortuga, que era un animal. Y dijo otra vez en voz alta:
—Estoy solo en el bosque, la fiebre va a volver de nuevo, y voy a morir aquí, porque solamente en Buenos Aires hay remedios para curarme. Pero nunca podré ir, y voy a morir aquí.
Pero también esta vez la tortuga lo había oído, y se dijo:
—Si queda aquí en el monte se va a morir, porque no hay remedios, y tengo que llevarlo a Buenos Aires.
Dicho esto, cortó enredaderas finas y fuertes, que son como piolas, acostó con mucho cuidado al hombre encima de su lomo, y lo sujetó bien con las enredaderas para que no se cayese. Hizo muchas pruebas para acomodar bien la escopeta, los cueros y el mate con víboras, y al fin consiguió lo que quería, sin molestar al cazador, y emprendió entonces el viaje.
La tortuga, cargada así, caminó, caminó y caminó de día y de noche. Atravesó montes, campos, cruzó a nado ríos de una legua de ancho, y atravesó pantanos en que quedaba casi enterrada, siempre con el hombre moribundo encima. Después de ocho o diez horas de caminar, se detenía, deshacía los nudos, y acostaba al hombre con mucho cuidado, en un lugar donde hubiera pasto bien seco.
Iba entonces a buscar agua y raíces tiernas, y le daba al hombre enfermo. Ella comía también, aunque estaba tan cansada que prefería dormir.
A veces tenía que caminar al sol; y como era verano, el cazador tenía tanta fiebre que deliraba y se moría de sed. Gritaba: ¡agua!, ¡agua!, a cada rato. Y cada vez la tortuga tenía que darle de beber.
Así anduvo días y días, semana tras semana. Cada vez estaban más cerca de Buenos Aires, pero también cada día la tortuga se iba debilitando, cada día tenía menos fuerza, aunque ella no se quejaba. A veces se quedaba tendida, completamente sin fuerzas, y el hombre recobraba a medias el conocimiento. Y decía, en voz alta:
—Voy a morir, estoy cada vez más enfermo, y sólo en Buenos Aires me podría curar. Pero voy a morir aquí, solo, en el monte.
Él creía que estaba siempre en la ramada, porque no se daba cuenta de nada. La tortuga se levantaba entonces, y emprendía de nuevo el camino.
Pero llegó un día, un atardecer, en que la pobre tortuga no pudo más. Había llegado al límite de sus fuerzas, y no podía más. No había comido desde hacía una semana para llegar más pronto. No tenía más fuerza para nada.
Cuando cayó del todo la noche, vio una luz lejana en el horizonte, un resplandor que iluminaba el cielo, y no supo qué era. Se sentía cada vez más débil, y cerró entonces los ojos para morir junto con el cazador, pensando con tristeza que no había podido salvar al hombre que había sido bueno con ella.
Y sin embargo, estaba ya en Buenos Aires, y ella no lo sabía. Aquella luz que veía en el cielo era el resplandor de la ciudad, e iba a morir cuando estaba ya al fin de su heroico viaje.
Pero un ratón de la ciudad —posiblemente el ratoncito Pérez— encontró a los dos viajeros moribundos.
—¡Qué tortuga! —dijo el ratón—. Nunca he visto una tortuga tan grande. ¿Y eso que llevas en el lomo, qué es? ¿Es leña?
—No —le respondió con tristeza la tortuga—. Es un hombre.
—¿Y adónde vas con ese hombre? —añadió el curioso ratón.
—Voy... voy... Quería ir a Buenos Aires —respondió la pobre tortuga en una voz tan baja que apenas se oía—. Pero vamos a morir aquí, porque nunca llegaré...
—¡Ah, zonza, zonza! —dijo riendo el ratoncito—. ¡Nunca vi una tortuga más zonza! ¡Si ya has llegado a Buenos Aires! Esa luz que ves allá, es Buenos Aires.
Al oír esto, la tortuga se sintió con una fuerza inmensa, porque aún tenía tiempo de salvar al cazador, y emprendió la marcha.
Y cuando era de madrugada todavía, el director del Jardín Zoológico vio llegar a una tortuga embarrada y sumamente flaca, que traía acostado en su lomo y atado con enredaderas, para que no se cayera, a un hombre que se estaba muriendo. El director reconoció a su amigo, y él mismo fue corriendo a buscar remedios, con los que el cazador se curó enseguida.
Cuando el cazador supo cómo lo había salvado la tortuga, cómo había hecho un viaje de trescientas leguas para que tomara remedios, no quiso separarse más de ella. Y como él no podía tenerla en su casa, que era muy chica, el director del Zoológico se comprometió a tenerla en el Jardín, y a cuidarla como si fuera su propia hija.
Y así pasó. La tortuga, feliz y contenta con el cariño que le tienen, pasea por todo el jardín, y es la misma gran tortuga que vemos todos los días comiendo el pastito alrededor de las jaulas de los monos.
Micaela Szejman 2ºj
Etiquetas:
La tortuga gigante Horacio quiroga.
martes, 5 de agosto de 2008
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UNA PREGUNTA HAY TAREA DE LENGUA PARA LAS VACACIONES
ADEMAS DE LEER EL LIBRO LOS VECINOS MUEREN EN LAS NOVELAS
HAY ALGO DE CUENTOS POLICIALES ARGENTINOS
GRACIAS Y PORFAVOR RESPONDAN LO ANTES POSIBLE!
SALUDOS
MICAELA SZEJMAN
ADEMAS DE LEER EL LIBRO LOS VECINOS MUEREN EN LAS NOVELAS
HAY ALGO DE CUENTOS POLICIALES ARGENTINOS
GRACIAS Y PORFAVOR RESPONDAN LO ANTES POSIBLE!
SALUDOS
MICAELA SZEJMAN
viernes, 1 de agosto de 2008
Los vecinos mueren en las novelas Sergio Aguirre
Una sorpresa para John
Sergio Aguirre, escritor y psicólogo, nació en Córdoba, Argentina, en 1961. Su primer libro, "La venganza de la vaca", recibió el Accésit del premio Latinoamericano de Literatura Infantil y Juvenil Norma-Fundacultura 1998.
"Los vecinos mueren en las novelas" es su segunda novela. Tiene un título con intriga, pero que no da ninguna pista sobre lo que puede llegar a pasar a lo largo de la historia. Esta novela trata de un hombre llamado John Bland que con su novia se mudan a una casa en el campo. La mujer se va y él decide ir a visitar a su nueva vecina, Emma Greenwold. Pasan toda la tarde contando relatos, conociéndose, hasta que algo raro ocurre: lo que había sido todo el tiempo una charla amistosa, se convierte en una discusión cada vez más fuerte a partir de la cual se empezará a entender el título de la novela.
Ésta es una historia muy atrapante que deja con intriga hasta los últimos capítulos que son muy buenos porque uno no puede parar de leer, y en los que nunca se puede suponer lo que va a pasar.
Mica Szejman 2ºJ
Etiquetas:
los vecinos mueren en las novelas
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